El “bluetoothing”: la peligrosa práctica de compartir sangre que dispara contagios de VIH

Por Redacción:

Ciudad de México, 10 de octubre de 2025. Autoridades sanitarias y ONUSIDA encendieron alertas por la expansión del “bluetoothing” —también llamado “hotspotting” o “flashblood”—, una práctica entre personas que se inyectan drogas que consiste en inyectarse sangre de alguien que ya se aplicó metanfetamina u otro estupefaciente para “compartir el efecto”. La técnica, documentada en África austral y el Pacífico (con Fiyi como foco actual), multiplica el riesgo de VIH, hepatitis B y C y otras infecciones al transferir sangre de forma directa y, a menudo, con la misma jeringa.

En Fiyi, el gobierno declaró brote nacional de VIH a inicios de 2025 y vinculó el repunte con el auge del consumo inyectado de metanfetamina y el bluetoothing. ONUSIDA urgió a introducir programas de reducción de daños (que hoy no existen en ese país), mientras reportes locales anticipan más de 3,000 casos nuevos al cierre de 2025 si la tendencia no se revierte.

¿Qué es exactamente el “bluetoothing”?

La dinámica es así: una persona se inyecta la droga; luego retira sangre (ya “cargada” del estupefaciente) con la misma jeringa y la pasa a otra(s) para que se la inyecten. Es una forma barata de “compartir” el “viaje”, pero extremadamente peligrosa porque omite cualquier barrera frente a patógenos transmitidos por sangre. Médicos de Fiyi y periodistas de la región lo describen como un fenómeno que está “desbordando” a los servicios, con adolescentes entre los afectados.

Aunque el término “bluetoothing” es reciente, la literatura ya había registrado una práctica similar como “flashblood” en Tanzania (2010): mujeres que se inyectaban sangre de alguien recién drogado para mitigar la abstinencia, con correlación de mayor positividad a VIH y conductas de alto riesgo.

Dónde se está viendo y por qué preocupa

Pacífico: en Fiyi, los casos crecieron once veces en una década; medios y expertos describen metanfetamina barata y estigma que aleja a pacientes del tratamiento.

África austral: reportes comunitarios y prensa hablan de “bluetoothing/hotspotting” en Lesoto y Sudáfrica, países con altísima prevalencia de VIH y servicios limitados para personas que se inyectan drogas.

Qué lo vuelve tan riesgoso (más allá de la jeringa)

A diferencia del “simple” compartir aguja, el bluetoothing transfiere directamente sangre ajena: si la persona fuente vive con VIH u otra infección, la probabilidad de contagio se dispara. Además, se han documentado sepsis, tétanos y abscesos por técnica no estéril. Organizaciones especializadas insisten en que es todavía más peligroso que el intercambio de material de inyección.

Respuesta sanitaria que piden los expertos

Reducción de daños: intercambio de jeringas, pruebas rápidas y tratamiento para VIH y hepatitis, así como terapias de sustitución (p. ej., para opioides) y tratamiento de adicciones. ONUSIDA llamó a instalar estos programas donde no existen (como en Fiyi).

Prevención biomédica: acceso a PrEP (incluidas opciones de acción prolongada que recoge el informe global 2025 de ONUSIDA) y PEP tras exposiciones de alto riesgo.

Comunicación sin estigma: campañas que informen del riesgo de inyectar sangre y acerquen a jóvenes y poblaciones vulnerables a servicios amigables. Coberturas en ABC muestran redes locales que combinan educación y apoyo comunitario.

¿Puede llegar a México?

No hay evidencia de brotes por bluetoothing en México, pero existen cadenas de transmisión por inyección y consumo de metanfetamina en varias regiones. La lección internacional es clara: si hay inyección y estigma, prácticas extremas pueden aparecer. La vigilancia focalizada, el acceso a reducción de daños y la prevención combinada son clave para evitar que se replique el fenómeno. (Lectura comparada a partir de estudios en Sudáfrica y alertas regionales).

Claves para cubrir y entender el tema hoy

El bluetoothing no es “moda” de redes: es supervivencia económica en contextos de pobreza, déficit de tratamiento y estigma.

La práctica ya está asociada a picos locales de VIH (caso Fiyi) y preocupa en África austral; organismos internacionales piden intervenciones urgentes.

La respuesta efectiva requiere servicios (jeringas estériles, pruebas, antirretrovirales) y narrativas que no criminalicen a quienes usan drogas, para que sí acudan a atención.

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